miércoles, 3 de agosto de 2011

Los Forlán y los Kast: un post para pensar la movilidad social en Chile.

Ya todos saben, el abuelo y el papá de Diego Forlán y él mismo, ganaron la Copa América respectivamente. Para ejemplos así la palabra excepcional fue creada. Todos también, o al menos varios, han escuchado el concepto de movilidad social. Creo que el caso de los Forlán abre la puerta para discutir brevemente las implicancias de este concepto, a propósito de cómo, por una parte Chile está pensando resolver el profundo problema de su educación formal, y por otra, cómo algunos sectores políticos conservadores han intentado hacerlo suyo.
La movilidad social, más bien ocupacional e individual, se mide en referencia a un punto pasado de una persona con respecto a uno presente. En varios estudios “serios” se utiliza la ocupación laboral. En particular para saber si hubo movilidad se compara la ocupación laboral de hijo con la del padre. Sigamos con el fútbol para ejemplificar parte de lo anterior, ¿se acuerda de Óscar Wirth y su hijo Weiner?, pues bien en ese caso hubo movilidad descendiente, los dos fueron arqueros (misma ocupación incluso mismo puesto), pero sólo el papá jugó en los cuatro equipos más grande de Chile (el único jugador chileno que tiene ese logro, sino me equivoco), mientras que el hijo en sólo dos, pero además nunca fue parte de la selección nacional de adultos, es decir, Óscar tuvo mejores resultados que su hijo. El mismo caso se da con Johan y Jordi Cruyff, los Rubio, y hasta me atrevería a decir de la bruja y la brujita Verón. Pero claro también hay movilidad ascendente, es decir, casos donde a los hijos les va mejor que sus papás. Piense por ejemplo en Leonel Herrera hijo, su papá jugó la final de la libertadores el 73, pero él la ganó el 91. El hijo fue campeón el papá vice-campeón. O también para no ser tan provinciano vea a los Maldini, el papá, Cesare, jugó dos mundiales y ganó 4 scudettos, mientras que Paolo, el hijo, jugó cuatro y ganó siete. Y luego está el ejemplo de la familia Forlán, todos ganaron el mismo trofeo (la copa América), el padre y el hijo la misma cantidad, el abuelo Juan Carlos Carezo, dos, pero como entrenador, eso sí ninguno ganó un mundial. El margen de movilidad ascendente, que le quedaba a Forlán (Diego), era haber ganado el campeonato mundial de fútbol del 2010. Lo de los Forlán es movilidad horizontal. ¿Ve? la movilidad es si usted lo hizo mejor, peor o igual que su papá. Cuando las sociedades de manera conjunta muestran más movilidad horizontal que los otros dos tipos de movilidad, se habla de sociedades estratificadas porque implícitamente no reconoce el mérito de las personas, y al contrario cuando hay movilidad de las otras dos, se habla de una sociedad más fluida, pues el mérito habría sido propiamente reconocido.
En una entrevista concedida por el nuevo ex-ministro de MIDEPLAN, el señor Kast dijo “la izquierda no valora la movilidad social”, me atrevería a decir que esta afirmación es por lo menos curiosa e inexacta. Primero, porque ante la legítima pregunta que alguien se puede hacer sobre qué ocupación habrá tenido el padre de este defensor de la movilidad, la respuesta es no otra que ministro también, y de MIDEPLAN, doble también (aun cuando era ODEPLAN con Pinochet), un caso perfecto de movilidad horizontal pero en el corazón de la elite política chilena. Segundo, para no caer en una falacia del tipo ad hominem, y poder contrarrestar el argumento de que la izquierda no valora la movilidad social—entendida ésta como un proceso individual en el cual ascenso, descenso u horizontalidad de la biografía ocupacional está final y estrictamente asociada al reconocimiento “objetivo” de los méritos en el contexto una “carrera” o “competencia”—sería necesario recordar de qué orden político y qué legitimidad tuvo el gobierno que hizo cambios estructurales en la educación chilena que ha perpetuado la inequidad, y la respuesta es: “derecha bajo régimen autoritario”. Pero hay otra dimensión que refuta directamente lo planteado por el ex-Ministro, y ésta es el contenido y la forma de la demanda social que los movimientos estudiantiles actuales han hecho. (Alguien podría decir que estos movimientos han tenido la sagacidad de evitar el etiquetamiento político, especialmente partidista, y por tanto encasillarlos en la izquierda sería inapropiado.) Parte del contenido de dicha reivindicación y de la identidad cultural de dichos movimientos, se encuentra más cercano a nociones políticas de izquierda. Primero, la gratuidad del sistema educacional, a la cual ellos aspiran, pasa porque haya una colaboración más activa y consistente por parte de todos los contribuyentes (sobre todo de aquellos que tienen más); qué resultados se podrían esperar de esta soñada redistribución: entre otros que haya más acceso a los “bienes educativos” lo que traería como consecuencia un aumento en la competencia por el reconocimiento del mérito. En otras palabras, sin las restricciones monetarias que enfrentan muchas familias de estudiantes, la competencia naturalmente se pone buena, pues todos pueden jugar a la pelota, y con ello naturalmente se “perfecciona” el sistema que debiera premiar el mérito individual, y además hace que se consagre la educación como un valor en sí mismo. Parte de la identidad cultural que han desarrollado estos movimientos, y esto es una sutil crítica al concepto de movilidad individual con el cual se mide si una sociedad es o no meritocrática, tiene visos de izquierda también porque el giro que se ha construido se ha hecho de manera colectiva, pero además tiene como uno de los objetivos finales que sean todos beneficiados y no sólo algunos grupos, o mejor dicho los mismos.
Terminemos con el fútbol. En Chile ¿van a ser todos buenos para la pelota? Todos los que han jugado saben que es muy difícil que eso ocurra. En Chile ¿hay jugadores que no son buenos y son titulares? El movimiento estudiantil tiene esa impresión, yo naturalmente la comparto. En Chile ¿hay jugadores que son buenos y nos los ponen? Claro, y por eso el movimiento habla de gratuidad también, porque el país no conoce de estos talentos. Y la pregunta creo más difícil ¿qué hará Chile con los jugadores que al parecer no son “buenos” y quieren jugar, pero tampoco tienen a su papá de entrenador? Esta pregunta, que no cabe en el ideario de la derecha chilena actual, el movimiento estudiantil la ha puesto sigilosamente en la actual discusión, y es la educación chilena la encargada de proponer varias respuestas. Y si alguien le queda duda de lo qué mérito era simplemente acuérdese de esa familia…los Forlán.

1 comentario:

  1. Iván Nazif
    Me parece muy adecuado tu punto de vista. Creo que es una materia en que los expertos deberían pronunciarse.
    Eso sí, veo un problema anterior.
    Solo como analogía. En el 84 estábamos en medio de la dictadura y de la represión y había compañeros formulando el programa de gobierno democrático. Mi sentido práctico y de realismo político me decía que ese ejercicio era inútil. Sin duda lo era, desde el punto de vista de la factibilidad. Sin embargo, algo debe haber operado en las ideas del momento, pues de a poco se extendió la convicción, no solo en el frente interno, que había con que hacer gobierno distinto a la dictadura.
    Si bien puedo percibir las diferencias con ese ejemplo, lo recuerdo, porque creo que hoy es necesario presentar otro punto de vista para la salida del conflicto y dar luces acerca de por dónde debe ir el programa de cambios. Lo que si me atrevo a repetir a riesgo de conservar mi miopía de los ochenta, es que hoy lo que se requiere es que el movimiento afirme y reafirme tres o cuatro ideas básicas, ellos dirán cuántas, y qué ésas cuestiones formen parte y estructuren el Programa.
    Pero no deben hacerse cargo del programa.
    Ideas como:
    1. Fin al lucro en la educación: es el principal logro y por tanto, establecer mecanismos reales que ratifiquen que es efectivo.
    2. La educación es un bien público y no un bien de consumo. Ganar esta discusión es netamente el triunfo del movimiento. Independientemente de si el Presidente Piñera tuvo o no un lapsus cuando lo dijo, entender la educación como bien público aleja definitivamente las asociaciones perversas de la educación con competencia y como proceso de apropiación individual.
    3. Aceptar, admitir y proclamar que esto puede ser una "ineficiente" asignación de recursos, porque se subsidiará a personas que pueden pagar la educación restando recursos a personas que no los tienen. Ese es el argumento falaz. Si hay mala asignación de recursos, será en el borde, pues antes que eso, toda la sociedad se beneficiará y ese beneficio social, por lejos es superior a esas pérdidas marginales en la asignación de recursos.
    Así se acaba la idea del boucher, de la enseñanza sin regulación ni destino y solo pensada como mecanismo de extracción de recursos públicos que finalmente se alojan en grupos privados que "legítimamente" buscan el lucro.
    4. Finalmente y solo para vincular con la reforma tributaria. Importan los impuesto, es cierto y sobre todo, porque la carga tributaria en Chile, es absurdamente baja e injusta. Pero también importa el gasto. Si solo se terminaran los subsidios que la Concertación siguió dando a los ricos, sería bueno y quizás económicamente significativo. Es cuestión de analizar los recursos que se van directamente a los empresarios para darse cuenta que no es solo cuestión de ingresos, que repito requiere de manera imprescindible de una reforma tributaria, sino que también de racionalidad del gasto.

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