(Este texto lo hice en un foro virtual de sociólogos chilenos a propósito del debate sobre la movilización social ocurrida en los meses junio-julio 2011)
Es fascinante lo que está ocurriendo en Chile (y en el mundo). No sé si habrá un antes o un después, pero sí lo que tengo claro es que este es un momento político de tomo y lomo, y por tanto mi opinión respecto de lo que ocurre es política (aunque la disfrace con términos de ciencias sociales).
A mi juicio el movimiento estudiantil “leyó” bien lo que venía ocurriendo en la sociedad al punto de ser el referente de varios grupos y personas, y pasó de movimiento estudiantil a ser movimiento social (por ejemplo se está hablando con mayor fuerza de nueva constitución y reformas tributarias). Una gran virtud del movimiento ha sido expresarse clarito “educación gratis y de calidad”, y ha tenido la suerte de hacerlo en un contexto propicio. Por ejemplo y simplificando, los pingüinos dijeron lo mismo, pero el gobierno actual, a diferencia del anterior, creo, tiene menos compromisos con la sociedad civil, o en chileno no ha tenido el suficiente tiempo para cooptarla (eso además de decir la obviedad de que el Presidente que eligió Chile, se cree vivo, pero culturalmente ya sabemos lo que le pasa al que se cree vivo).
En el ámbito individual hay varios factores, creo, que han incidido en una fuerte debilitación del proceso de reducción de disonancia cognitiva que operaba en favor de las promesas del modelo, “neoliberal conservador”, como bien lo llamó el colega Gibert. Tomemos un ejemplo, la promesa incumplida de educación y su correlato de movilidad ascendente, que menciona el colega Jiménez, el modelo prometió dicho bien pero la adquisición del mismo (si es que efectivamente la persona terminó la universidad) no llegó en referencia al esfuerzo. Empíricamente por ejemplo se podría revisar si hay, discrepancia entre expectativas salariales y recompensas recibidas (otro ejemplo que sirve es el valor real de los salarios). Entonces entramos a un escenario donde las personas están buscando, unos más activos que otros, marcos (“relatos”, “organizaciones”) que les resulten más adecuados para entender y actuar en conformidad a lo que les está ocurriendo. Y entonces entre i) las personas que sistemáticamente están percibiendo bajas tasas de rendimiento entre sus esfuerzos, deudas y obtención de bienes (simbólicos y materiales), y ii) el movimiento estudiantil, hay afinidad electiva y voilà le lleva movimiento social.
Sin embargo, la reducción de disonancia cognitiva sigue operando en connotados como los siguientes: A. Velasco, C. Huneeus, y A. Jocelyn-Holt. Cada uno de ellos de manera legítima advierten y expresan los peligros del populismo en la “encrucijada” en que estamos. Ellos, me atrevo a decir, reducen su disonancia cognitiva de las promesas del “modelo”, con el siguiente mecanismo “si se cambia el modelo, caeremos en el populismo, ergo mejor utilicemos los conductos regulares-institucionales-legales para atender la demanda estudiantil”. Esta estrategia política (que bien puede ser disfrazada en argumentos científicos), que también usted la puede llamar “ansiedad institucional”, no la comparto, porque el mantra “educación gratis y de calidad” se va diluir y me tinca que el sistema seguirá reproduciendo su segregación.
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