miércoles, 17 de agosto de 2011

El senado discutiendo la educación y los méritos de los estudiantes

En la discusión de los representantes del movimiento estudiantil con los miembros de la comisión de educación del Senado, entre muchas de las cosas que se vieron, se develó a mi juicio uno de los principales aspectos de forma y de fondo sobre cómo Chile ha sido construido históricamente, i.e. la reproducción continua de prácticas de clase.


Cuál es el origen de los representantes estudiantiles, en una sola palabra diverso: un representante de estudiantes mapuches, representantes de regiones, una mujer de colegio particular subvencionado, un joven que creció comiendo en la JUNJI, y un deportista. Y en el lado de los senadores de la concertación que forman parte de la comisión de educación, cuatro de seis tienen los siguientes orígenes: una hija de un ex-presidente de Chile, un hijo de otro ex-presidente de Chile, un hijo de un ex-ministro de relaciones de exteriores y el cuarto cuyo hermano también es senador pero además ya había sido ministro de relaciones exteriores. La apreciación de esta coincidencia permite que se entienda con mayor claridad parte de la pregunta por qué hay tanta desafección con la concertación, y por qué el movimiento estudiantil va avanzando sólidamente en el terreno de la legitimidad. Son aspectos de forma que importan porque finalmente los procesos democráticos de ambos conglomerados (unos de constante auto-observación, y otros proveniente del sistema binominal) muestran hoy día a representantes con distintos orígenes sociales. Los resultados de ambos mecanismos inciden en que se pueda diferenciar el discurso y las prácticas que ambos grupos tienen. Por qué énfasis en el origen de ambos grupos políticos, porque la manoseada igualdad de oportunidades, se aprecia con mucha nitidez en un grupo en comparación al otro, y esto, creo, finalmente le da más consistencia a las prácticas y discursos políticos que están en disputa.


Evidentemente es mucho castigo encasillar a algunos representantes de la cúspide de la concertación por el solo hecho de que ellos no tuvieron posibilidades de elegir nacer donde lo hicieron, pero además porque lo que se manifestó ayer fue una evaluación al funcionamiento de toda la clase política tout court (¿accountability no le dicen?). En primer término, al mencionar los resultados de las políticas de educación desarrolladas por el estado chileno desde Pinochet y continuadas con la concertación, que dicho sea de paso es el fondo de la discusión que los estudiantes sostuvieron con los senadores, quedó confirmado su rotundo fracaso. Un solo ejemplo de ello, el SIMCE, en palabras de uno de los dirigentes, “no mide aprendizaje, mide vulnerabilidad”. En segundo término, la respuesta que otros de los dirigentes hizo a la frase de Piñera “nada es gratis en la vida” desnudó también una forma cultural no solo de hacer política sino de interacción cotidiana en la elite. El representante preguntó legítimamente qué favores tendrá que pagar el Presidente el cual lo lleva a decir una cosa así. Esta frase finalmente no sólo identifica la retribución de favores como mecanismo, me atrevería a decir primordial, de convivencia, pero además muestra que algunos tienen un tipo de capital social que les permite reproducir su propia clase ¿y entonces qué pasa con la meritocracia y la solidaridad? quedan en estado de ilusión. Parafraseando a un español diríamos menudo presidente elegimos.


Creo que para comprender la contundencia de estos diagnósticos y avanzar hacia una educación integral (gratis y de calidad) es necesario que la clase política abandone ya prácticas técnicas y políticas que ha tenido, implica en definitiva que aprendan a perder. Hay personas que andan sacándose el pillo con que estos estudiantes son hijos de la democracia, son hijos de las políticas de educación de la concertación, entonces dicen algo bien hicimos, pero intuyo, estudiantes brillantes han habido siempre. Que algunos quieran darle una explicación causal a la coincidencia entre la habilidad para aprender que estos estudiantes están desarrollando con el sistema educacional actual, es tan espurio como pensar que en Estados Unidos ha desaparecido el racismo porque eligieron por primera vez a un presidente “afro-americano". En Chile los datos muestran testarudamente que el origen social de los alumnos es más relevante para entender la distribución de los resultados de los test estandarizados de nuestra educación que el establecimiento educacional donde estudiaron. El mérito hoy está con el movimiento estudiantil en forma y fondo.

lunes, 8 de agosto de 2011

Movimiento social y disonancia cognitiva en Chile

(Este texto lo hice en un foro virtual de sociólogos chilenos a propósito del debate sobre la movilización social ocurrida en los meses junio-julio 2011)

Es fascinante lo que está ocurriendo en Chile (y en el mundo). No sé si habrá un antes o un después, pero sí lo que tengo claro es que este es un momento político de tomo y lomo, y por tanto mi opinión respecto de lo que ocurre es política (aunque la disfrace con términos de ciencias sociales).

A mi juicio el movimiento estudiantil “leyó” bien lo que venía ocurriendo en la sociedad al punto de ser el referente de varios grupos y personas, y pasó de movimiento estudiantil a ser movimiento social (por ejemplo se está hablando con mayor fuerza de nueva constitución y reformas tributarias). Una gran virtud del movimiento ha sido expresarse clarito “educación gratis y de calidad”, y ha tenido la suerte de hacerlo en un contexto propicio. Por ejemplo y simplificando, los pingüinos dijeron lo mismo, pero el gobierno actual, a diferencia del anterior, creo, tiene menos compromisos con la sociedad civil, o en chileno no ha tenido el suficiente tiempo para cooptarla (eso además de decir la obviedad de que el Presidente que eligió Chile, se cree vivo, pero culturalmente ya sabemos lo que le pasa al que se cree vivo).

En el ámbito individual hay varios factores, creo, que han incidido en una fuerte debilitación del proceso de reducción de disonancia cognitiva que operaba en favor de las promesas del modelo, “neoliberal conservador”, como bien lo llamó el colega Gibert. Tomemos un ejemplo, la promesa incumplida de educación y su correlato de movilidad ascendente, que menciona el colega Jiménez, el modelo prometió dicho bien pero la adquisición del mismo (si es que efectivamente la persona terminó la universidad) no llegó en referencia al esfuerzo. Empíricamente por ejemplo se podría revisar si hay, discrepancia entre expectativas salariales y recompensas recibidas (otro ejemplo que sirve es el valor real de los salarios). Entonces entramos a un escenario donde las personas están buscando, unos más activos que otros, marcos (“relatos”, “organizaciones”) que les resulten más adecuados para entender y actuar en conformidad a lo que les está ocurriendo. Y entonces entre i) las personas que sistemáticamente están percibiendo bajas tasas de rendimiento entre sus esfuerzos, deudas y obtención de bienes (simbólicos y materiales), y ii) el movimiento estudiantil, hay afinidad electiva y voilà le lleva movimiento social.

Sin embargo, la reducción de disonancia cognitiva sigue operando en connotados como los siguientes: A. Velasco, C. Huneeus, y A. Jocelyn-Holt. Cada uno de ellos de manera legítima advierten y expresan los peligros del populismo en la “encrucijada” en que estamos. Ellos, me atrevo a decir, reducen su disonancia cognitiva de las promesas del “modelo”, con el siguiente mecanismo “si se cambia el modelo, caeremos en el populismo, ergo mejor utilicemos los conductos regulares-institucionales-legales para atender la demanda estudiantil”. Esta estrategia política (que bien puede ser disfrazada en argumentos científicos), que también usted la puede llamar “ansiedad institucional”, no la comparto, porque el mantra “educación gratis y de calidad” se va diluir y me tinca que el sistema seguirá reproduciendo su segregación.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Estudiando y calibrando la propuesta de reforma educacional de los 9 economistas (PRE9)

Nueve economistas han entrado de manera inusualmente coordinada al debate de la crisis de la educación pues han entregado una importante propuesta. Este solo hecho grafica tanto la contundencia de la misma como la trascendencia del debate. En consideración a la formación educacional (y preocupación) de estos académicos, la PRE9 pone énfasis en dos ámbitos: i) la responsabilidad fiscal que significaría realizar un cambio paradigmático en correspondencia al problema que el movimiento estudiantil viene develando—esto desde hace más de 14 años, puesto que va más allá de la movilización “pingüina”—, elemento que la mayoría de la sociedad debería celebrar, pues para llevar a cabo una reforma de orden sistémico, los 9 señalan que una reforma tributaria es indispensable; y ii) los contenidos mínimos que una reforma educacional debería considerar (i.e. las 11 medidas). Es respecto al segundo énfasis, y sobre la participación social, aspecto que se menciona brevemente (probablemente por un asunto de espacio) a los cuales nos gustaría referiremos en este documento. El objetivo de esto es promover la consolidación de tres elementos que estructuran el debate: i) contenidos de la reforma educacional, ii) reforma tributaria ad-hoc (estos dos últimos ya abordados por la PRE9), y iii) gestión de las dos reformas.
a) Más competencia, y ¿la gratuidad?
It is not easy thing to free oneself from the traditional manner of comprehending phenomena,
(…) or to free oneself from the suggestive influences imposed
by the framework of the traditional conceptual apparatus
(Stanislaw Ossowski 1963, 3)

Tenemos sustancialmente dos críticas a las medidas 4 y 5 de la PRE9. Vamos por la primera, y la hacemos a modo de pregunta (esto ayudará a señalar que el dogma también se aloja en ámbitos que están tradicionalmente sometidos a exámenes de “altos estándares”): ¿por qué finalmente hay que someter a competencia al mundo infantil? pues eso es lo que buscan las medidas 4 y 5. Así como tenemos la convicción de que las evaluaciones son necesarias, creemos también que este es el momento de discutir si la normalización del aprendizaje (todos los educandos deben aprender lo mismo de la misma manera en todos los años) es el único camino para medir los logros de la educación, especialmente cuando se refiere a educandos de 6 a 8 años. Pero cuál es la competencia, simplemente que los establecimientos educacionales recibirían más subvenciones si les va mejor. Esto tiene toda la pinta de ser razonable, pero cuando uno mira que aquellos que tienen la última palabra en esta evaluación son educandos de 6 a 8 años, aparece la red flag. Entonces retóricamente vale la pena preguntarse si ¿acaso someter a los educandos a esta cadena estresante de premio y castigo a tan temprana edad, no será algo errado puesto que la relación entre esta forma general de enseñanza y el método de aprendizaje que se implementaría es por lo menos difusa? Volvemos entonces a preguntar ¿qué van a aprender las niñas y niñas bajo estas dinámicas de competencia, además de idealmente comprender lo que leen, escribir en conformidad a la estructura formal de lenguaje, sumar y restar, y los contenidos de las “materias” que se impartirían (en caso por su puesto de que lo hagan)? Lo que preocupa de esto es que si el equilibrio entre competencia y colaboración es ganado por la primera, se terminarán reproduciendo formas de relación social que no solo no son compartidas por una diversidad de mamás, papás, apoderadas y apoderados, sino también por muchos otros contribuyentes que ven la reforma educacional como un fin en sí misma. La propuesta sería introducir la colaboración como elemento fundante del sistema básico educacional. En este caso la evaluación no puede ser exclusivamente el promedio de los exámenes de los educandos para cada colegio. Entonces habría que buscar mecanismos de evaluación asociados a cómo contribuyen estos colegios a su entorno social.
La segunda crítica está asociada a un elemento que ha llegado a ser el mantra de todas las demandas estudiantiles recientes: “educación gratis”. Sin embargo, curiosamente los 9 no le entran directamente. Naturalmente hablan de subvenciones, créditos, becas (que es lo más cercano a gratuidad), excelencia docente, estándares, remuneraciones, cada una de ellas muy importantes, pero la gratuidad no aparece en ninguna parte de la propuesta, ¿habrá desconfianza de parte de los 9 en el funcionamiento del sistema educacional puesto que es imposible garantizar la gratuidad de alguna parte del proceso educacional? Esta crítica no se hace con el objetivo de alentar la creación de propuestas “populistas”, sino porque es importante escuchar parte importante de los requerimientos de fondo que los interlocutores hacen. Esto además tiene un trasfondo político pues para que uno de los intangibles más importantes de esta crisis se resuelva i.e. falta de confianza, es importante hablar también con el idioma del interlocutor. La gratuidad, en el entendido que la educación es un proceso acumulativo y continuo, debería estar asegurada para los niveles pre-escolares y básicos de enseñanza. El ajuste de la proyección del gasto que los 9 calcularon habría que hacerlo en alguno de los otros niveles de enseñanza.
b) ¿Cómo y quién gestiona estas estas dos reformas?
Estando de acuerdo con la observación que la PRE9 hace respecto a que los resultados reales de la reforma educacional sólo se podrán observar en el largo plazo, es necesario preguntarse sobre quién y cómo se hará el “seguimiento” de los compromisos que conformarán las dos reformas. Ambas preguntas no son en ningún caso triviales porque lo anterior le exige al sistema político formal una continuidad que no tiene. Específicamente, por una parte este sistema ha entrado en una profunda crisis de legitimidad, y por otra, tendrá cambios relevantes a partir de las elecciones presidenciales y parlamentarias, imposibilitando que a los actuales representantes se les pueda exigir accountability. Debido a lo anterior es necesario formalizar un mecanismo institucional que aborde de manera ad-hoc estos dos límites.
Para afrontar la legitimidad no basta con “subir a la mesa” a los representantes del movimiento social (estudiantes y profesores), o a varios notables, y a representantes legítimamente electos del poder político. La virtud de la solución organizacional pasará por el carácter vinculante que tenga, y la capacidad para monitorear el desarrollo de las dos propuestas. Este mecanismo en definitiva permitirá que el intangible de la confianza crezca y eventualmente se consolide, como a su vez garantice la participación social como parte constituyente de un proceso de desarrollo de país. En definitiva no estamos pensando en una comisión que sólo evacúe un informe, sino en un grupo de trabajo que además de ello tenga la facultad para ver cómo dichas propuestas son introducidas en el trabajo ejecutivo y parlamentario por el período en el cual existirá. En principio creemos que este grupo de trabajo, y esto apunta a ver cómo se podría superar el cambio de representantes del poder político formal, debería tener una duración de cinco años pues eso garantizaría que el seguimiento se hace al menos dos períodos gubernamentales y parlamentarios. En definitiva la creación de un mecanismo institucional de esta naturaleza podría atender de fondo y forma la crisis educacional, pues se institucionalizaría un proceso de negociación resolutiva en el cual la participación social de los actores colectivos involucrados, los cuales representan modelos educativos que se insertan en un continuo de colaboración y competencia, tendrían las facultades para llegar a acuerdos nacionales y hacer los seguimientos respectivos a los órganos que ejecutan estas decisiones.
En resumen y para finalizar, el test de la reforma no sería que los líderes del país estén dispuestos a que sus hijos vayan a las escuelas para los cuales se está haciendo la reforma, sino que las personas comunes y corrientes saben que la formación que sus hijos recibirán les permitirá a ellos desarrollarse como personas integrales, entre las cuales ser líder nacional es solo una de las múltiples opciones.

Ignacio Nazif

Está pasando esto

En una columna reciente Tironi plantea implícitamente una cosa: hay un grupo más escolarizado, y en consecuencia con mayor capacidad para cuestionar algunas cosas; y de manera explícita, que no estamos en la antesala de una crisis política ni mucho menos en el horno de la revolución. Esto lo comparto, sobretodo porque históricamente nuestro país no ha hecho efectivo los sueños revolucionarios de algunos grupos (sí los reaccionarios). Lo que no comparto es la interpretación que hace de este fenómeno, es decir, que en Chile hay un grupo que cuestiona la entrada al sistema puesto que no se aceptan ciertos valores del mismo i.e. competencia y ganancia, y que hay, evidentemente esto no lo expresa abiertamente, que agradecer la bondad de un sistema que ha permitido tener la capacidad de verse a sí mismo, incluso de manera crítica. Junto con lo anterior, resulta extraño que Tironi hable directamente del promedio 15M, cuando en realidad lo que muchos están viendo es el Gini Index, que para nuestro caso es de 52 (recordemos que dicho índice clasifica a Argentina con 46, es decir, Chile es más desigual que Argentina) en otras palabras el problema no es que haya más, sino que hay una desigualdad persistente. (Recientemente en CEPAL apareció el ex-Ministro Velasco señalando que nadie se había dado cuenta de la tremenda desigualdad entre el primer y último decil ¿no es eso acaso una desfachatez?) Efectivamente no hay una guerra total contra el autoritarismo, pero sí contra la desigualdad, y creo que ésta si no es hermana de la escasez es al menos su prima.
Con respecto al cuestionamiento del lucro y entregando como referencia casi imbatible que Chile ha recientemente elegido a uno de sus más exitosos precursores, cabe señalar que este cuestionamiento no es ningún caso nuevo –algo dice Tironi sobre cómo se constituye el movimiento popular que participó en derrocar a Pinochet—pero también es menester recordar que el movimiento estudiantil de 1997-1998, liderado por Rodrigo Rocco logró, respecto de la educación, poner la discusión en los mismos términos, es decir, competencia y ganancia no es la mejor ecuación para la educación pública. Acordémonos que los resultados de dicho movimiento hicieron que la Universidad de Chile tuviera cambios importantes en su estructura. La continuidad y transformación del actor social, y esto es raro que lo haya pasado por alto Tironi, cuando una de sus mentores fue Touraine, se juegan en la renovación de sus “petitorios”, y en este caso, el auto-financiamiento como estrategia inadecuada de sobrevivencia de la educación pública, que junto con volver a la agenda noticiosa, es la que estructura el sentido de identidad colectiva de dicho actor.
Con respecto a pasar el problema a un asunto de clases, i.e. la clase media opacando a los pobres, en esto estoy definitivamente en desacuerdo—generalmente prefiero leer al Tironi columnista como político, que como sociólogo, porque lo que veo es un rechazo a prácticas de la elite política-económica-religiosa del país, en otras palabras el problema no está abajo, está arriba, así que a Tironi le devuelvo la pelota. Quisiera hablar de desconfianza total hacia dicho cuerpo social que ejerce el poder formal en Chile, pero eso no es tal. En general los juicios de la “opinión pública” son moderados, y cuando estos se extreman es respecto de algunas prácticas, ni el lucro es rechazado de plano, ni el orden institucional (no he visto a nadie diciendo hay que buscar una fórmula para sacar a este señor lo antes posible, sino que más bien he visto gente contando cuantos días faltan para que se vaya), como tampoco que Dios haya dejado de ser nuestro copiloto. El verdadero relato es contra el abuso de los que detentan el show, no estamos ante la formación del neo-hippismo, estamos ante una ciudadanía que percibe a un gobierno cuya vulnerabilidad más manifiesta es no saber hacer política, una Iglesia Católica que se desvío sola del derrotero de la solidaridad, una concertación castigada electoralmente, y para la guinda de la torta frente a una empresa del retail haciendo la bicicleta. El problema, repito está arriba no abajo, puesto que la forma a la cual han recurrido las “clases medias” y los “pobres” para mostrar su disconformidad es el sano ejercicio democrático de movilizarse pacíficamente y mostrar puntos de vistas.

Los Forlán y los Kast: un post para pensar la movilidad social en Chile.

Ya todos saben, el abuelo y el papá de Diego Forlán y él mismo, ganaron la Copa América respectivamente. Para ejemplos así la palabra excepcional fue creada. Todos también, o al menos varios, han escuchado el concepto de movilidad social. Creo que el caso de los Forlán abre la puerta para discutir brevemente las implicancias de este concepto, a propósito de cómo, por una parte Chile está pensando resolver el profundo problema de su educación formal, y por otra, cómo algunos sectores políticos conservadores han intentado hacerlo suyo.
La movilidad social, más bien ocupacional e individual, se mide en referencia a un punto pasado de una persona con respecto a uno presente. En varios estudios “serios” se utiliza la ocupación laboral. En particular para saber si hubo movilidad se compara la ocupación laboral de hijo con la del padre. Sigamos con el fútbol para ejemplificar parte de lo anterior, ¿se acuerda de Óscar Wirth y su hijo Weiner?, pues bien en ese caso hubo movilidad descendiente, los dos fueron arqueros (misma ocupación incluso mismo puesto), pero sólo el papá jugó en los cuatro equipos más grande de Chile (el único jugador chileno que tiene ese logro, sino me equivoco), mientras que el hijo en sólo dos, pero además nunca fue parte de la selección nacional de adultos, es decir, Óscar tuvo mejores resultados que su hijo. El mismo caso se da con Johan y Jordi Cruyff, los Rubio, y hasta me atrevería a decir de la bruja y la brujita Verón. Pero claro también hay movilidad ascendente, es decir, casos donde a los hijos les va mejor que sus papás. Piense por ejemplo en Leonel Herrera hijo, su papá jugó la final de la libertadores el 73, pero él la ganó el 91. El hijo fue campeón el papá vice-campeón. O también para no ser tan provinciano vea a los Maldini, el papá, Cesare, jugó dos mundiales y ganó 4 scudettos, mientras que Paolo, el hijo, jugó cuatro y ganó siete. Y luego está el ejemplo de la familia Forlán, todos ganaron el mismo trofeo (la copa América), el padre y el hijo la misma cantidad, el abuelo Juan Carlos Carezo, dos, pero como entrenador, eso sí ninguno ganó un mundial. El margen de movilidad ascendente, que le quedaba a Forlán (Diego), era haber ganado el campeonato mundial de fútbol del 2010. Lo de los Forlán es movilidad horizontal. ¿Ve? la movilidad es si usted lo hizo mejor, peor o igual que su papá. Cuando las sociedades de manera conjunta muestran más movilidad horizontal que los otros dos tipos de movilidad, se habla de sociedades estratificadas porque implícitamente no reconoce el mérito de las personas, y al contrario cuando hay movilidad de las otras dos, se habla de una sociedad más fluida, pues el mérito habría sido propiamente reconocido.
En una entrevista concedida por el nuevo ex-ministro de MIDEPLAN, el señor Kast dijo “la izquierda no valora la movilidad social”, me atrevería a decir que esta afirmación es por lo menos curiosa e inexacta. Primero, porque ante la legítima pregunta que alguien se puede hacer sobre qué ocupación habrá tenido el padre de este defensor de la movilidad, la respuesta es no otra que ministro también, y de MIDEPLAN, doble también (aun cuando era ODEPLAN con Pinochet), un caso perfecto de movilidad horizontal pero en el corazón de la elite política chilena. Segundo, para no caer en una falacia del tipo ad hominem, y poder contrarrestar el argumento de que la izquierda no valora la movilidad social—entendida ésta como un proceso individual en el cual ascenso, descenso u horizontalidad de la biografía ocupacional está final y estrictamente asociada al reconocimiento “objetivo” de los méritos en el contexto una “carrera” o “competencia”—sería necesario recordar de qué orden político y qué legitimidad tuvo el gobierno que hizo cambios estructurales en la educación chilena que ha perpetuado la inequidad, y la respuesta es: “derecha bajo régimen autoritario”. Pero hay otra dimensión que refuta directamente lo planteado por el ex-Ministro, y ésta es el contenido y la forma de la demanda social que los movimientos estudiantiles actuales han hecho. (Alguien podría decir que estos movimientos han tenido la sagacidad de evitar el etiquetamiento político, especialmente partidista, y por tanto encasillarlos en la izquierda sería inapropiado.) Parte del contenido de dicha reivindicación y de la identidad cultural de dichos movimientos, se encuentra más cercano a nociones políticas de izquierda. Primero, la gratuidad del sistema educacional, a la cual ellos aspiran, pasa porque haya una colaboración más activa y consistente por parte de todos los contribuyentes (sobre todo de aquellos que tienen más); qué resultados se podrían esperar de esta soñada redistribución: entre otros que haya más acceso a los “bienes educativos” lo que traería como consecuencia un aumento en la competencia por el reconocimiento del mérito. En otras palabras, sin las restricciones monetarias que enfrentan muchas familias de estudiantes, la competencia naturalmente se pone buena, pues todos pueden jugar a la pelota, y con ello naturalmente se “perfecciona” el sistema que debiera premiar el mérito individual, y además hace que se consagre la educación como un valor en sí mismo. Parte de la identidad cultural que han desarrollado estos movimientos, y esto es una sutil crítica al concepto de movilidad individual con el cual se mide si una sociedad es o no meritocrática, tiene visos de izquierda también porque el giro que se ha construido se ha hecho de manera colectiva, pero además tiene como uno de los objetivos finales que sean todos beneficiados y no sólo algunos grupos, o mejor dicho los mismos.
Terminemos con el fútbol. En Chile ¿van a ser todos buenos para la pelota? Todos los que han jugado saben que es muy difícil que eso ocurra. En Chile ¿hay jugadores que no son buenos y son titulares? El movimiento estudiantil tiene esa impresión, yo naturalmente la comparto. En Chile ¿hay jugadores que son buenos y nos los ponen? Claro, y por eso el movimiento habla de gratuidad también, porque el país no conoce de estos talentos. Y la pregunta creo más difícil ¿qué hará Chile con los jugadores que al parecer no son “buenos” y quieren jugar, pero tampoco tienen a su papá de entrenador? Esta pregunta, que no cabe en el ideario de la derecha chilena actual, el movimiento estudiantil la ha puesto sigilosamente en la actual discusión, y es la educación chilena la encargada de proponer varias respuestas. Y si alguien le queda duda de lo qué mérito era simplemente acuérdese de esa familia…los Forlán.